miércoles, 28 de marzo de 2012

Neurociencia: Desarrollo cerebral


( Publicado en Revista Creces, Agosto )
En el año recién pasado, la universidad de Chicago organizó una reunión para actualizar los conocimientos nuevos relacionados con el desarrollo cerebral del niño pequeño. Los avances han sido significativos y dan una nueva visión de este proceso. Los principales aspectos se analizan en este artículo.
Hasta hace sólo 15 años, los especialistas sostenían que el niño en el momento de nacer ya tenía estructurado su desarrollo cerebral, y que básicamente estaba condicionado por la genética. En general no reconocían el impacto que en su estructura tenían las experiencias que el niño podía tener, ya fuera en sus primeros días de vida extrauterina o en los primeros meses o años posteriores. Ahora gracias a los avances en la química cerebral, la histología, y el uso de las nuevas y fantásticas tecnologías desarrolladas, se demuestra que el proceso es más complejo y que en él tiene una gran influencia el medio ambiente.
¡Recuperación?
 
Se sostenía también que existía un periodo crítico, que se extendía hasta los ocho meses de edad, y que cualquier factor adverso (como la desnutrición) durante esta etapa, dejaba inexorablemente huellas irreparables. Sin embargo, ya CONIN, en su enorme experiencia ganada en la recuperación de niños pequeños con desnutrición grave, había demostrado que contrariamente a lo que se afirmaba, el cerebro era enormemente plástico, y que el daño producido por la desnutrición era perfectamente recuperable si mejoraba el medio externo. Ahora, después de esta reunión, se confirma la enorme importancia que el medio ambiente puede tener durante los primeros tres años de vida y su proyección para su futuro.
Los resultados de las investigaciones presentadas durante esta reunión (organizada por la Universidad de Chicago), más algunos otros datos recogidos de la literatura, se pueden resumir en cinco puntos básicos. Todos ellos de gran trascendencia tanto para los padres, para los educadores y para los encargados de dictar políticas de atención del niño.
1.- El desarrollo del cerebro es la consecuencia de la interrelación entre la genética y el medio ambiente
Contrariamente a lo sostenido hasta hace sólo 15 años, ahora los neurocientistas han encontrado evidencias que en todo el proceso de desarrollo cerebral, incluso antes de nacer, está influenciado por condiciones ambientales, incluyendo entre ellas la nutrición, el cuidado, el afecto y la estimulación individual que reciba cada uno. El impacto del ambiente es dramático y específico, no sólo en desarrollo general del cerebro, sino también en la construcción del intrincado proceso de interconexión neuronal, que los científicos han llamado “el cableado del cerebro”. Como el medio ambiente es diferente para cada niño, el cableado de él también es diferente, no habiendo desde este punto de vista dos cerebros iguales.
Los circuitos se forman.
 
El concepto de “cableado” o “circuitos” se usa ahora para referirse a la complejidad de la red neuronal. Las funciones cerebrales, se basan fundamentalmente en el rápido y eficiente pasaje de señales de una parte del cerebro a otra, para lo que se necesita una muy bien organizada red neuronal de interconexión. Los elementos básicos son las células cerebrales (neuronas) y las interconexiones que se establezcan entre ellas (sinápsis). Las sinápsis son vitales tanto para el desarrollo normal como para el proceso del aprendizaje. Al interactuar el individuo con el ambiente, toma informaciones de él, las procesa y las almacena, activando así toda la red.
La poda cerebral
En el momento de nacer, un lactante tiene aproximadamente 100 mil millones de neuronas, cada una de las cuales puede producir 15.000 sinápsis (conexiones). La mayor parte de estas sinapsis se establecen durante los tres primeros años de vida y luego se mantienen más o menos estables durante los primeros diez años de vida, para posteriormente decrecer. Es así, que durante los primeros años el cerebro aparece extraordinariamente denso, con dos veces más sinapsis de las que eventualmente podría necesitar más adelante. Durante la segunda década de la vida, una buena parte de este exceso de sinápsis desaparece. Es decir, el cerebro sufre un proceso de poda
Esta es la razón de por qué las primeras experiencias de la vida son tan cruciales. Aquellas sinápsis que frecuentemente se han activado en base a las experiencias vividas, tienden a permanecer, llegando así a ser permanentes, mientras que las que no se han usado lo suficiente tienden a desaparecer. En la medida que el lactante y el niño mayor van ganando experiencia (positiva o negativa), el cableado del cerebro pasa a ser más definitivo. Este proceso requiere de una enorme cantidad de energía, y es así como en la primera década de vida el cerebro del niño tiene una doble actividad en relación al cerebro del adulto
En resumen, el nuevo conocimiento generado permite aclarar definitivamente la dualidad de los factores genéticos y ambientales que actúan en el desarrollo cerebral y en definitiva en la inteligencia, aún cuando la cuantía de la influencia de uno y otro no ha podido ser aún cuantificada.
2.- El cuidado temprano es decisivo y su impacto es duradero en la posterior capacidad de aprendizaje y la capacidad de regular sus propias emociones
Tanto los padres como los que tienen la responsabilidad del cuidado de niños, saben intuitivamente que los niños responden bien cuando hay cuidados adecuados. Ahora se comienzan a entender los mecanismos biológicos que explican esta experiencia. Investigaciones recientes demuestran también que esos adecuados cuidados son fundamentales también en los niveles de salud, y ello se puede detectar en la adecuada formación del pattern neuronal.
En particular, la capacidad del niño de controlar sus emociones depende del tipo de sus primeras experiencias. No se puede definir una metodología adecuada para crear esta capacidad, ya que el afecto y el cuidado responsable toman muchas formas. Pero lo que está claro es que los niños que han sido olvidados o abandonados en las primeras etapas de la vida, más tarde tienen problemas en el desarrollo de la empatía, el afecto y en las expresiones de sus emociones.
Todo se mezcla.
 
Los neurocientíficos han podido demostrar que la preocupación y protección que se da al niño, logra además una adecuada funcionalidad biológica del mismo, un crecimiento físico normal y una apropiada respuesta al stress de la vida diaria. En alguna forma (a través de mecanismos hormonales), los factores emocionales captados por el cerebro llegan a influir directamente en el crecimiento físico y en el desarrollo adecuado de los procesos inmunológicos. Si estos estímulos emocionales son negativos, se traducen en un retardo en el crecimiento y en una mayor susceptibilidad a las infecciones. Ello se ha visto claramente en los niños no deseados y/o con desnutrición grave en los primeros períodos de la vida. Junto a ello, también hay un retraso de las funciones cerebrales, cognitivas, motoras y sociales.
Por el contrario, los niños que han recibido adecuada atención, cariño y estimulación, también responden más adecuadamente a las situaciones de stress, no sólo durante la etapa infantil, sino también más tarde durante la adolescencia.
3.- El cerebro humano tiene una notable capacidad de cambio, pero el tiempo es crucial
Se ha acumulado una enorme cantidad de evidencias acerca de la plasticidad del cerebro. Esto significa que este órgano tiene una capacidad de cambio en respuesta a las experiencias ambientales. Es así como hay evidencias científicas de que el cerebro no es estático y que las capacidades individuales no están fijas en el momento de nacer. El cerebro puede adaptarse para compensar los problemas, respondiendo a intervenciones externas. Esto es especialmente notable en los primeros años de vida.
Periodos críticos
 
Por esta capacidad de cambio, es que los padres, los amigos, los cuidadores y los médicos, tienen una gran oportunidad de influir positivamente en el normal crecimiento y desarrollo del niño. Pero el tiempo es crucial. Mientras la capacidad de aprendizaje se mantiene a lo largo de la vida, hay oportunidades óptimas durante las cuales el cerebro es particularmente eficiente en su plasticidad. Así por ejemplo, la parte del cerebro que procesa la información visual se desarrolla temprano en la vida, y durante un tiempo específico. Si el cerebro no recibe estímulos visuales durante este período, se comprometerá por siempre su capacidad visual. Basados en estos hechos, es que los oftalmólogos proceden rápidamente a remover las cataratas en aquellos niños que por alguna razón médica las presentan en los primeros periodos de la vida. Del mismo modo, las capacidades del lenguaje se adquieren rápidamente durante el primer decenio de la vida, cuando la densidad de sinapsis y la capacidad metabólica del cerebro son las adecuadas. Es en este sentido que los especialistas hablan de “períodos críticos”.
4.- La plasticidad cerebral, también significa que hay un tiempo en que las experiencias negativas o la ausencia de estimulación adecuada tienen más posibilidades de dejar daños permanentes y graves
Existen también nuevos datos acerca de la vulnerabilidad del cerebro a factores ambientales, como la nicotina, el alcohol y las drogas, tanto en el útero como en el periodo post natal. Sus efectos son más dañinos y de mayor gravedad que lo pensado hasta ahora.
Muy a menudo, los hijos de madres fumadoras no presentan en los primeros días daños aparentes, sin embargo son numerosos los trabajos que demuestran daños en el desarrollo cerebral posterior, consistentes en una inhibición del crecimiento neuronal. Se sabe también que la nicotina influye en la bioquímica cerebral y que disminuye la síntesis de DNA y RNA en las células cerebrales.
Microambiente negativo

Dados estos efectos comprobados, es lógico pensar que los niños que han estado sometidos al efecto de la nicotina durante el embarazo tienen un mayor riesgo de retardo más tarde en su vida. En efecto, las investigaciones demuestran que los hijos de madres fumadoras presentan un mayor porcentaje de alteraciones neurológicas y de comportamiento, incluyendo dificultades en la atención, impulsividad e hiperactividad. Uno de los estudios realizados con madres excesivamente fumadoras durante el embarazo, tienen ocho veces más posibilidades de desarrollar más tarde desórdenes conductuales.
Por otra parte, estudios realizados en animales, también detectan efectos negativos durante el embarazo, consecutivo a uso de varias substancias. Así por ejemplo, cuando se exponen ratas al alcohol antes del nacimiento, las neuronas dejan de crecer y emiten menos sinápsis, lo que se puede apreciar en ciertas regiones de la corteza cerebral, especialmente en la zona responsable de las funciones del lenguaje y orientación espacial.
También es peligrosa la exposición fetal a la cocaína. Temprano en la gestación, esta droga altera la migración de neuronas hacia la pared de la corteza, proceso que tiene una secuencia y tiempo muy específico dentro del desarrollo cerebral. A menudo las células que migran por mal camino y a destiempo mueren precozmente. Si las células, en su migración, se colocan en un lugar equivocado y en un tiempo equivocado, forman sinápsis inapropiadas, lo cual puede resultar en desórdenes neurológicos, como son por ejemplo las epilepsias infantiles graves, el autismo y la esquizofrenia. Ya más cerca del período prenatal, la exposición a la cocaína puede dificultar la producción de sinápsis. En dosis más altas, la cocaína puede afectar la bioquímica cerebral. También se ha visto que muchos niños expuestos a la cocaína “in útero”, presentan más tarde excitaciones, dificultades de atención y reactividad al stress.
Después del nacimiento, la exposición a factores adversos ambientales también puede tener efectos deletéreos en el desarrollo cerebral. Las experiencias traumáticas tempranas, como es el caso de agresiones y abusos, pueden interferir con el desarrollo de las áreas subcorticales y límbicas del cerebro, lo que se traduce en síntomas de ansiedad extrema, depresión a incapacidad de relacionarse adecuadamente con otros. A su vez las experiencias adversas en la adolescencia pueden también llegar a alterar las condiciones cognitivas, lo que induce a respuestas agresivas violentas o frustraciones exageradas frente a problemas de stress.
Algunos autores han estudiado el efecto en el niño de la depresión de la madre. Sucede a veces que ésta también interfiere en el desarrollo cerebral del niño, afectando especialmente a la parte del cerebro que tiene que ver con la expresión y regulación de las emociones. La depresión post parto de la madre, que generalmente dura unos pocos meses, no parece tener efectos en el niño. Pero en niños de entre 6 a 18 meses, la depresión de la madre parece ser un factor de alto riesgo. Cuando la madre es tratada y logra superar la depresión, tanto la actividad cerebral del hijo como su comportamiento mejoran notablemente.
En la práctica, muchos de estos factores se superponen y sus efectos no es raro verlos que se exacerban en situaciones de pobreza. La deprivación económica afecta la nutrición, dificulta el adecuado acceso a la atención médica y a la seguridad de su ambiente físico, sumándose una serie de efectos negativos que actúan día a día.
5.- Durante la última década numerosos expertos han insistido en la eficacia de las medidas de prevención e intervención temprana
Es evidente que existen casos de alteraciones genéticas, cuyas consecuencias no sólo son difíciles de revertir, sino imposibles. Aparte de estos casos, son numerosos los estudios donde intervenciones bien diseñadas y ejecutadas en un tiempo oportuno pueden mejorar notablemente las perspectivas. lncluso en algunos casos que se han considerado intratables, pueden ver aminorar notablemente su condición, como por ejemplo los casos de autismo o retardo mental.
Numerosos casos bien estudiados y documentados, sugieren que los programas bien concebidos, implementados y desarrollados tempranamente, tienen efectos muy favorables. Es especialmente importante la eficacia de intervenciones tempranas. Son ellas donde se observan los efectos más duraderos, especialmente si se continúan durante los años de educación básica y elemental.
Del mismo modo pueden verse efectos muy beneficiosos, mediante el desarrollo de programas en niños prematuros, cuyos cerebros han tenido menos tiempo de desarrollarse dentro del útero, y por lo tanto son más vulnerables a factores ambientales. Tradicionalmente estos niños han estado demasiado tiempo en incubadoras, con luces brillantes, con excesos de monitoreos y muy escaso contacto humano, lo que evidentemente les deja secuelas difíciles de reparar. Ellos también pueden ser muy beneficiados con una intervención activa y oportuna.
En resumen,
la prevención da mejores resultados si se interviene oportuna e intensivamente. No así si se deja pasar el tiempo y se pierde la oportunidad de actuar durante las etapas en que aún el cerebro es plástico. No olvidar: los primeros tres años son de enorme importancia para el futuro del niño. No se puede perder la oportunidad de promover un normal desarrollo durante este período, ya que actuar después puede ser muy tarde.

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